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DISORTOGRAFÍAS Y SILENCIOS

 

 

En diciembre pasado se publicaron tres artículos sobre las disortografías en los centros educativos. Algunas respuestas a la encuesta planteada se recibieron fuera de plazo y quedaron sin publicar. Tal fue el caso del departamento de Lengua de un IES de la provincia, que hoy exponemos: “Consideramos que las posibles soluciones han de venir de la mano de las administraciones educativas, reconociendo, en primer lugar, que ese problema o dificultad existe para, seguidamente, dotar al docente de los medios necesarios para que pueda hacer frente al mismo. No parece muy indicado apostar por proyectos educativos grandilocuentes y rimbombantes que olvidan dónde están los cimientos que hacen que solidifique una correcta expresión escrita y, por ende, oral. Esos cimientos se encuentran en la infancia, cuando se producen los primeros contactos del individuo con la grafía y la fonética que, como hablante de una lengua, le acompañarán ya siempre. Ir quitándole peso a herramientas tan valiosas como los dictados, el esmero y el preciosismo en la caligrafía, las producciones escritas o el simple silabeo de las palabras en favor de un frenético cumplimiento de temarios desorbitados donde prima la memorización de definiciones de términos cuya realidad a menudo desconoce el alumnado no ayuda precisamente a que un niño de tan corta edad desarrolle el gusto por conocer cómo se articula su lengua materna, ese instrumento sin el cual no podrá desarrollarse tampoco como individuo en ninguna otra faceta de su vida”.

Respecto a la hipotética celebración de un certamen, el citado departamento respondió: “Consideramos que propuestas como el Concurso Hispanoamericano de Ortografía, de ámbito nacional, pueden ayudar en cierto modo a acercar a los jóvenes a las normas ortográficas de su lengua y a ver su correcto cumplimiento como un reto y una posibilidad de superar sus dificultades. Más que a la participación en certámenes de ámbito estatal o autonómico, a cuya fase final consiguen llegar muy pocos alumnos, veríamos conveniente la celebración de concursos de menor calado pero con mayor frecuencia y mayor posibilidad de acceso para todo el alumnado que así lo desee. Podrían ser concursos de ámbito local, comarcal o provincial, con una frecuencia de convocatoria mayor a la anual, por ejemplo semestral, para hacer que la participación del alumnado fuera mayor y albergara también una mayor probabilidad de ser premiados. Podrían encargarse de su organización las bibliotecas de los municipios u otras entidades culturales reconocidas de ámbito comarcal o provincial. En definitiva, se trataría de convertir estos certámenes en realidades más cercanas al alumnado y a su día a día”.

El pasado 6 de febrero fueron enviados al delegado de Educación y al rector de la UAL sendos correos electrónicos solicitando una entrevista, a la que asistiríamos cuatro personas. No hubo respuesta. Ante las disortografías, problema que lleva tanto tiempo corroyendo la calidad de la enseñanza en todos los niveles educativos, ambas autoridades optaron por el silencio. Tanto el delegado como el rector, previsiblemente ocupados en asuntos de mayor enjundia, volvieron a mostrarse tan inaccesibles como la Luna.

Al delegado de Educación se le iba a proponer la celebración de un certamen de ortografía con alumnado de 2º de Bachillerato, mediante una plataforma ‘online’ controlada por un profesor de la UAL. Previo acuerdo de fecha y hora, cada alumno respondería al cuestionario desde un ordenador de su propio centro, estando presente algún directivo para garantizar la fiabilidad del proceso. Todo quedaría resuelto en  menos de una hora, dado que la corrección es automática una vez enviada la respuesta. ¿Presupuesto? Cero euros. Hubiera bastado con delegar en algún inspector para que coordinara a los directores de los centros. Esta prueba piloto serviría para realizar otras investigaciones de mayor calado en cursos venideros.   

 Al rector se le habría propuesto, entre otras cosas de interés, celebrar entre su propio alumnado un ‘open’ ortográfico, interfacultativo, limitando el número de inscripciones e incentivado con algún premio donado por entidad colaboradora, iniciativa que situaría a la UAL en una posición de vanguardia a nivel nacional en este tipo de certámenes.   

En resumen: la inacción y el silencio que las autoridades académicas y administrativas siguen mostrando ante las disortografías que contaminan todos los niveles educativos, contribuyen a incrementar las sospechas sobre el alarmante alcance de esta problemática.

 

José Miguel García Torres

 

 

Publicado el 15 de abril de 2023

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